Historia del Acero
1. DEL HIERRO AL ACERO
El hierro es un mineral que está presente en forma bastante
abundante en la corteza terrestre (aproximadamente un 4,5%), la mayor parte en forma de óxidos. Probablemente
esto explique en parte el desarrollo más tardío de la metalurgia del hierro
comparada con la de otros materiales, como el oro y el cobre que suelen
encontrarse en estados de alta pureza más fáciles de explotar y/o fundir.
Aún así, es sabido que el hierro fue usado ya en la prehistoria, aunque en una
muy reducida escala y, ciertamente, no en la construcción. La pieza de hierro
más antigua descubierta se cree que fue elaborada hacia 4 mil años antes de
nuestra era en Egipto. Coincidentemente, la más antigua referencia al hierro se
encuentra en el Capítulo IV del Libro del Génesis -que se presume escrita
también alrededor de 4 mil años a.C.- y que menciona a “Tubal-Caín; ése es el
que forja toda clase de herramientas de cobre y hierro”. Piezas encontradas que
datan de entre 4 mil y 2 mil quinientos aC se han encontrado en diversas
regiones del creciente fértil y de Egipto, pero dan cuenta de un uso muy
aislado y esporádico de este metal, muchas veces proveniente de meteoritos.
Esta característica del hierro meteórico
acentúa su valor que, en casos como en América Andina o en Yucatán, superaba al
del oro.
No fue hasta aproximadamente el 1.700 aC que se inicia un
uso más intensivo del hierro. Durante el reinado de Ramsés II en Egipto (1.292
a 1125 aC) son frecuentes los usos en armas, llantas de ruedas, puntas de
flecha, anillos y otros elementos elaborados presumiblemente bajo supervisión
de los hititas, que parecen haber sido los poseedores del secreto de su
manufactura. Una carta del rey de los Hititas Hattusilis III (1.275 a
1250 aC) presumiblemente al rey de los Asirios, en que lamenta no poder hacerle
llegar el hierro solicitado y se excusa ofreciéndole de regalo una daga de
hierro, da cuenta del alto valor asignado a este mineral y a su manufactura. El
uso del hierro también está limitado por a la tecnología aún simple de
producción en hornos abiertos a los vientos que, alcanzando temperaturas
relativamente bajas, apenas permitían la formación de una masa pastosa que era
forjada a golpes de martillo. Este hierro forjado a golpes de martillo y de
alto contenido de carbono era de baja dureza y su aplicación en herramientas y
armas competía dificultosamente con el bronce que sí podía ser moldeado.
Excepción a lo anterior son los desarrollos de tecnologías de hierro colado
logrados en la India y China que permitieron producir aleaciones de bajo
contenido de carbono (hierro “wootz” en India). Este uso limitado del hierro se
mantuvo hasta que fuera descubierto que manteniendo el hierro calentado
largamente al rojo y combinado con carbón encendido se otorgaba al metal mayor
dureza. Este tipo de hierro tenía, además, la ventaja de poder ser
sometido a tratamientos térmicos (templado) que le otorgaron mayor dureza. Esta
técnica fue conocida de los griegos y es mencionada por Homero en La Odisea. En
los dos o tres últimos siglos aC en la cuenca del Mediterráneo se desarrolla la
minería y metalurgia que deja al futuro conquistador romano economías con empresas
metalúrgicas prósperas. Con el tiempo, la extracción en minas cada vez más
profundas se tornó más difícil y costosa, pese al trabajo de esclavos por lo
que la producción se limita a las necesidades de la guerra hasta el siglo II de
nuestra era. La posterior caída del Imperio Romano y la conquista y control de
Europa por las tribus y hordas germánicas y asiáticas limita el
desarrollo de la metalurgia a artesanías de fabricación de cascos y armaduras.
Recién en el siglo XV se produce el invento de los hornos conocidos como
“Stückofen” en Harz, Alemania, permitiendo por primera vez la licuefacción del
metal. Este tipo de hornos se hicieron muy comunes en Europa entre los años
1400 al 1500, siendo el hierro fundido utilizado, entre otras cosa a partir del
descubrimiento de la pólvora, en la fabricación de las armas de fuego y
especialmente, en la fundición de los cañones. En el siglo XVII se reconoce el
acero Blister, en Suecia, que no es propiamente un acero en la forma en que se
define hoy sino, más bien, hierro forjado carburizado. A fines del siglo XVII
se producen en Europa principalmente el hierro forjado maleable de la forja
Catalana y el más tenaz acero alemán (Hartz).
Durante el siglo XVIII la producción de acero se acelera y
mejora su tecnología: primero con el uso del carbón coke en reemplazo de carbón
vegetal como combustible propuesto por A. Darby (posteriormente importante en
la construcción del puente sobre el rio sevens, el proceso Pudding y el proceso
Blister, antecesores del desarrollo de la tecnología que se inicia en los
siglos XIX y XX.
La llamada Revolución Industrial que se instala a mediados
del siglo XVIII es el resultado de la convergencia de una serie de hechos
complejos, descubrimientos científicos y técnicos (el papel, la imprenta, la
pólvora, la brújula, etc.), de condiciones sociales, económicas y
políticas, de la explosión demográfica y la concentración urbana, del
desarrollo de una industria incipiente que reemplaza la fabricación artesanal y
da inicio a un proceso en el que, en parte, estamos inmersos aún hoy. Sin
embargo, es opinión de muchos que la Revolución Industrial sólo es posible
gracias al hierro y el acero. El impacto de la producción de acero a menor
costo y a mucha mayor velocidad es notable (se pasa de un plazo de 10 días para
transformar 500kg de hierro en acero a 36 horas a principios del siglo XIX y
con el proceso desarrollado por Bessemer, el plazo se reduce a poco más de 20
minutos). Este impacto, que se expresa en la producción de energía como la
máquina a vapor, en el transporte terrestre y marítimo, en la industria textil,
en los posteriores inventos de motores eléctricos y de explosión, entre tantos
largos de enumerar, nos permite afirmar, sin mucho riesgo de error que la
civilización y la cultura actuales son, para bien o para mal, el resultado del
desarrollo de la industria del acero. Hoy, en el siglo XXI, en el mundo
globalizado, informatizado y comunicado, el desafío que enfrenta el planeta es
el desarrollo sustentable que permita entregar a las futuras generaciones un
mundo posible, amigable, responsable del medio ambiente: en este escenario
desafiante el acero como material, como industria y como recurso tiene,
nuevamente un gran aporte que hacer, toda vez que es, como se ha dicho, un
material cien por ciento e indefinidamente reciclable, aspecto que lo destaca,
especialmente en al universo de los materiales de construcción.
2. EL HIERRO Y EL ACERO EN LA ARQUITECTURA Y LA
CONSTRUCCIÓN
Aunque en la antigüedad fue usado eventual y accidentalmente
como elemento de trabazón, el hierro no es usado como material propio de la
construcción hasta el siglo XVII. Durante los períodos Gótico y el Renacimiento
se le encuentra como material complementario de componentes de madera (clavos y
herrajes hechos en forma manual) y en la construcción de algunas máquinas y
herramientas que facilitaron tanto la elaboración como el montaje de los elementos
y partes de las construcciones. El hierro fundido se usa en función de su alta
resistencia a la compresión pero su escasa capacidad de tomar esfuerzos de
flexión debido a su fragilidad, limitan su aplicación en elementos mayores en
la arquitectura. En una segunda fase de su uso es en la sustitución de
estructuras o partes sometidas a compresión, como el pilar y el arco. Un
ejemplo del uso temprano de elementos aislados de hierro son las columnas que
sostienen la campana de las cocinas del Monasterio de Santa María de Alcobaza,
en Portugal, construidas en 1752.
Comenta A. Montealegre que existen pocas excepciones a lo anterior, como “el
uso que hace Vasari en los Ufizi para refuerzo en los pisos superiores,
consiguiendo con ello un aligeramiento de la fachada y mayor transparencia e
iluminación”. Por su parte, Claude Perrault y Charles Le Brun utilizan
refuerzos de hierro en la columnata del Louvre (1670). Ambos ejemplos ponen de
manifiesto los atributos del material y los aportes que han representado
el hierro y el acero a la arquitectura y la construcción hasta el presente.
Poca o ninguna expresión en la arquitectura o la estructura
es conocida del período, sin embargo, se hace presente en elementos
ornamentales y de cerramientos, como rejas, protecciones, algunas de notable
factura y complejo diseño.
Por otra parte, el sistema de cañerías de hierro fundido que
surte las fuentes de los Jardines de Versalles construido a fines del siglo
XVII y que sigue operativo hasta nuestros días, habla del desarrollo incipiente
de una tecnología que impactará fuertemente en la arquitectura, la
ingeniería y la construcción a partir de los siglos XVIII y XIX.
Luego de un intento fallido de construir un puente en hierro
sobre el Ródano en 1755, limitado por la imposibilidad de fundir piezas de las
dimensiones requeridas, se construye el primer puente sobre el río Severn, en
Coalbrookdale, Shropshire, Inglaterra, en 1775. Reconocido como el primer puente
estructurado en hierro, el Iron Bridge salva una luz de 30m y fue
construido en dos medios arcos compuestos de 15m cada uno de hierro fundido
cuyo concepto estructural se acerca más a la madera que al acero: la mayor
parte de sus elementos estructurales están comprimidos y sus elaborados y
complejos sistemas de uniones recuerdan mucho a los sistemas de caja y espiga
propios de las uniones de elementos estructurales de madera.
El desarrollo del ferrocarril, que se inicia en las faenas
mineras con rieles de madera a los que se les agregaba guías de hierro colado
en las curvas para evitar que se salieran del carril, es un campo fértil para
el uso del ingenio y del hierro. Con el tiempo, las huellas completas fueron
elaboradas en hierro con una pestaña para conservar el curso de los carros, relegando
a la madera a los durmientes que estabilizan las vías. A fines del siglo XVII
el ingeniero John Smeaton concibe la idea -sada hasta el presente- de trasladar
la pestaña del riel a la rueda. Por la misma época, se introducen los rieles de
hierro colado.
Poco a poco se avanza en el uso del hierro en la
construcción, en parte como respuesta a los riesgos de incendios de las
estructuras de madera de la naciente industria. Un ejemplo destacado de
este reemplazo es el Edificio de la Bolsa de Comercio de París. Esta búsqueda
de la incombustibilidad resulta paradojal si se la contrasta con la
preocupación actual de proteger las estructuras metálicas contra los efectos
del fuego. Originalmente conocida como la Halle au Blé, cuyo domo se pierde en
un incendio a principios del siglo XIX, la cúpula del edificio es reconstruida
en hierro en 1811. En 1888 se transforma en Bolsa de Comercio.
Hay que tener presente las limitaciones técnicas que
representa el hierro colado para la construcción y que lo diferencias dramáticamente
del acero que conocemos hoy: tiene una baja resistencia a la tracción, no es
laminable ni es soldable. Las conexiones de clara inspiración en el lenguaje de
la madera que podemos apreciar en el Iron Bridge (foto del detalle) avanzan
hacia el desarrollote los roblones (à ver), que permiten conexiones muy
eficientes. Esta técnica es usada también no solo para conectar elementos entre
sí (como columnas y vigas) sino para crear elementos de nuevas y mayores
secciones que tuvieran prestaciones estructurales superiores.
Los primeros edificios industriales se construyeron con
muros perimetrales de albañilería y estructuras interiores de columnas y vigas
de madera que soportaban pisos, también de madera. Como se ha comentado, el
riesgo de los incendios motiva la sustitución progresiva de los elementos de
madera por elementos de hierro forjado. La columna tubular hueca se inventa
alrededor de 1780. A fines del siglo XVIII se construye una de las primeras
experiencias de entramados interiores en hierro que responde a una tipología
que luego se hizo muy común. Se trata de la fábrica Textil Benyon, Bage &
Marshall (1797) cuyo edificio de 5 pisos tiene un muro perimetral de
albañilería que en su interior se estructura en base a un entramado de 3 filas
de columnas de hierro distanciados a 2,65m y conectadas por vigas de sección
más ancha en su cara inferior, que permitían el apoyo de bovedillas para
conformar el entrepiso.
El Siglo XIX
Recién comenzado el siglo, Boulton y Watt inventan la
viga doble T y la usan por primera vez en combinación con columnas tubulares y
un sistema de bovedillas de ladrillo para los entrepisos. El proceso de
desarrollo del conocimiento de los atributos del hierro así como las nuevas
técnicas de producción, estructuración y desarrollo de sistemas constructivos,
se mantuvo durante los primeros años del siglo XIX. Un ejemplo de lo anterior
es la viga moldeada de sección T invertida utilizada en el pabellón de
los enfermos del antiguo Hospital Charing Cross, en 1830 en Londres. (imagenes
..algo de historia FPB),
En 1834, William Fairbairn recoge el modelo de entramado
propuesto por Boulton y Watt en el proyecto de la Fábrica Orrel,
proyectada en 1834 en la que se introducen las vigas doble T, lo que
permite cubrir luces mayores (7,25m), reduciendo el costo del hierro
incorporado a la estructura entre un 20 a 30%. A partir de 1846 fabrica
en su maestranza en Manchester, elementos estructurales de varias piezas
laminadas en hierro colado conectadas entre sí con uniones roblonadas. Esto significó
un avance notable ya que permite superar las limitaciones dimensionales que
imponía la técnica del hierro fundido. Ejemplos de ello son los puentes sobre
los estrechos de menai y el Britannia Tubular Bridge, de 1852.
Un ejemplo destacado de los macizos muros perimetrales y los
interiores de hierro corresponden a los proyectos de Henri Labrouste (1801 –
1875) para la Biblioteca Sainte Genevieve (1851) y para la Biblioteca Nationale
(1858-68). Labrouste, que hizo una brillante carrera académica, ganó el Gran
Premio de Roma a los 23 años, lo que le permitió conocer y estudiar la
antigüedad clásica durante 5 años. Su interés se centró en estudiar los viaductos
y templos, buscando en ellos el espíritu que hace de una buena construcción una
buena obra de arquitectura. Esta posición de arquitecto-constructor debe
esperar más de diez años hasta lograr su primer contrato importante, la
biblioteca Santa Genoveva. Esta obre se reconoce como uno de los primeros
intentos de construir un edificio estructurado enteramente en bóvedas de cañón
en base a arcos de hierro forjado y fundido apoyados en columnas muy esbeltas.
Al igual que las obras industriales inglesas comentadas, el edificio de la
Biblioteca Santa Genoveva está rodeado de muros perimetrales, esta vez de
fábrica de piedra. Sin embargo, la solución estructural de Labrouste libera a
los muros del perímetro de toda carga lateral, haciendo que el conjunto
de columnas y arcos y la cubierta de hierro sean independientes del perímetro.
Años después, le es encomendado el proyecto de la Biblioteca Nacional, en que
reemplaza la bóveda por un sistema de cúpulas que conforman un espacio notable
en la sala de lectura. Pese a lo destacado de este espacio conformado por
bóvedas esféricas compuestas por cerámica vidriada en cuyo centro se abre una
abertura circular que asegura una buena iluminación a los puestos de lectura,
Giedion destaca mucho más la solución del magazín central, el depósito de
libros, como un hito precursor de la arquitectura moderna. Esta parte tiene 4
pisos más un subterráneo y alberga 900.000 volúmenes, un problema nuevo para la
arquitectura de bibliotecas que hasta entonces compartían las dimensiones de la
sala de lectura y el depósito. Con una cubierta de vidrio, la luz se
derrama entre las rejillas que conforman los pisos, algo usado hasta
entonces sólo en las salas de máquinas de los barcos. Según Giedion, el
proyecto de un espacio no previsto para ser abierto al público libera al
arquitecto de la presión del gusto popular y le permite desplegar su innegable
talento y visión, configurando un espacio desprovisto de todo ornamento en el
que, utilizando los recursos tecnológicos disponibles, logra una solución que
tiene el sello de la corrección intemporal. Las rejillas de los entrepisos, así
como el uso de grandes mamparas vidriadas son sólo algunas de las innovaciones
introducidas por Labrouste en este proyecto.
Las grandes exposiciones mundiales organizadas por los
países europeos como muestra de su progreso y el poderío de su industria
fueron un escenario propicio para la experimentación arquitectónica y
constructiva en la que el hierro le cupo un protagonismo importante. “The Great
Exhibition” de 1851 en Inglaterra es la oportunidad en que Sir Joseph Paxton,
levanta en un tiempo récord de 6 meses el conocido “Cristal Palace”. Aunque no
salva grandes luces (la nave principal era de 22,0m de ancho y una altura de
33,0m), el Cristal Palace está enteramente estructurado en marcos de columnas
de hierro fundido y vigas reticuladas. La cubierta y los cerramientos eran de
vidrio y cubrían unas dimensiones totales sorprendentes: 563m de largo y 124m
de ancho con un total de 72.000m2 construidos. El Cristal Palace es, también,
un paradigma de la prefabricación y coordinación dimensional. La
estandarización de los elementos repetitivos que lo conforman, son parte de una
solución integral que permite una rápida fabricación y construcción (3 meses
para cada una de las etapas), todo un logro para la época. Trasladado en 1854 a
Sydenham, el edificio concebido con una clara intención de transitoriedad en su
emplazamiento inicial en el Hyde Park, es utilizado y renovado hasta que en
1936 es destruido por un incendio. Siguiendo este mismo modelo, en 1854,
Auguste von Voit construye el Palacio del Vidrio en Munich usando los mismos
materiales y el sistema de grilla, aunque reemplazando el arco por una viga
recta. También fue destruido por un incendio en 1931.
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